Cada uno de nosotros somos como una burbuja. Un soplo de aire nos dio vida y ahora andamos con la brisa de cada día en nuestra aventura. Nuestra burbuja se acerca y se aleja de otras burbujas en el transcurso de nuestro camino. Nuestros padres, familiares, vecinos y compañeros de clase inicialmente forman parte de nuestro alrededor, con algunas nos topamos con frecuencia, otras pasan casi imperceptibles.
Con el tiempo aprendemos que una interacción da a otra y nuestra burbuja de repente se va en otra dirección dejando lo conocido atrás. Entramos en contacto con otras burbujas que a su vez también vienen de otros horizontes. Algunas nos atraen por su belleza externa, otras por su belleza interna. Otras simplemente son, sin causar más sensación. Con el tiempo bajamos nuestras barreras y nuestras defensas dejando que algunas entren en nuestra burbuja.
Con el tiempo aprendemos que algunas nos acarician y nos hacen sentir bien. Otras nos golpean y nos hacen sentir mal. Dependiendo de la experiencia de cada quien con las personas en nuestro recorrido, nos suavizamos para recibir más cariño o nos endurecemos para evitar más dolor.
Con el tiempo aprendemos que mientras que no escogimos todas las “burbujas” que nos rodean, sí escogemos algunas. Estas personas se convierten en nuestros compañeros de vida. Son nuestras parejas, nuestros amigos y algunos de nuestros colegas. Aunque no es posible agradar a todas las que pasen por nuestro camino, hacemos lo posible por acercarnos a aquellas que nos gustan y alejarnos de aquellas que nos disgustan.
Con el tiempo aprendemos que es la apariencia de otras burbujas lo que primero nos atrae, pero es lo que tienen por dentro lo que realmente vale. En algunos momentos nos acercamos a ciertas burbujas y sentimos una química especial. Algo que acelera nuestra respiración, algo que nos llama la atención. A veces forman parte de nuestro corazón y otras son parte de una gran decepción.
Con el tiempo aprendemos que algunas burbujas brillan e invitan, otras opacan y obstruyen. Cada burbuja tiene su manera, el resultado de sus propias experiencias de vida. Lo cierto es que todos estamos siempre en nuestra propia burbuja. Desde que nos levantamos, hasta que nos acostamos e inclusive en nuestro sueño, nunca estamos solos porque siempre estamos ensimismados en una burbuja mágica de nuestros pensamientos.
Con el tiempo aprendemos que cada burbuja tiene su razón de ser y tiene el derecho de ser exactamente como quiere ser. No es menester que cambiemos a los demás a nuestra manera de ver. Todos tenemos nuestro punto de vista y así es como debe ser. Lo nuestro es simplemente ser, la mejor burbuja que podamos ser.
Con el tiempo aprendemos que cada quien vive a un tempo diferente. Cada quien tiene su propia manera de seguir y rendir cuentas. Aunque al final, nos damos cuenta que la cuenta más importante al cual rendir es al cuento de nuestra propia cuenta.
Con el tiempo aprendemos que al mejorar nuestro propio interior, automáticamente se arregla nuestro exterior. Cuando dejamos de pelear y huir de los demás, vemos que será más fácil aceptarlos, entenderlos y así convertirnos en mucho más.
∞ Rob McBride ∞
LL III 8