Algunos lo llamaban papá, otros esposo, tío, jefe, compañero, amigo, padrino o pana.
Para mí, era ¡mi gran pana Guille!
Él fue una de las primeras personas que me recibieron en Caracas
Él fue quien siempre estaba ahí cuando lo necesitaba
Él fue de los pocos que cumplía con su palabra
Él fue de los que quería llegar a tiempo
Ahora que el Gran Guille no está en el plano físico con nosotros, me parece que él aún no se ha ido del todo de los afortunados que nos quedamos.
Afortunados de haber conocido a una persona, que si bien no era perfecta, fue un ejemplo digno de seguir. Para quienes le conocimos, no dejaba de asombrarnos la “chispa” que tenía para identificar y expresar lo que ocurría en un determinado instante en pocas palabras.
Fueron tantos buenos momentos con él y su familia, que recordarlo me dibuja una sonrisa en el rostro. Los viajes a la playa, a la montaña y más allá. Momentos de felicidad como fueron cumpleaños, graduaciones y las bodas, así también los momentos difíciles, tales como la llegada de la muerte y otras situaciones complicadas. El Gran Guille estaba ahí siempre listo con unas palabras acertadas, una sonrisa de picardía o un gesto de complicidad.
Cuando caminaba por la calle, saludaba a la gente con gentileza, respetando a cada quien independiente de su estrato social. Podía conversar con las personas de una posición alta y de la misma manera con los que no tenían techo. Si tenía algo que decir, lo decía y ya, dejando que el otro interpretara su mensaje como mejor le pareciera.
El Gran Guille trabajaba bien y se ganó el respeto de aquellos con quienes interactuaba, tanto por parte de sus jefes, como también de los quien estaban bajo su mando, que en momentos eran muchos. Él logró mantener el orden dentro del caos dirigiendo a su equipo de trabajo, tal como el notable Dudamel dirige una gran orquesta.
El Gran Guille se vestía bien y era muy cuidadoso con su apariencia, aunque también sabía ponerse cómodo y relajado dependiendo del lugar, pasando de la formalidad a la comodidad con facilidad. Era un hombre que se sentía en casa en casi cualquier lugar.
Era astuto y hacía los negocios fácilmente. Aunque seguramente en uno que otro no obtuvo la ganancia esperada, en la mayoría de los casos parece que el resultado era positivo. Sin embargo, la carga constante que implicaba cuadrar las cuentas y su lucha contra una situación cada vez más difícil, fue quizás el inicio de su final.
Puedo recordar con gratitud el haber compartido muchas cosas con el Gran Guille, entre ellas:
Viajar en lancha a los Cayos de Morrocoy
Pasear por las grandes Pampas de Argentina
Esquiar en las Montañas Rocallosas de Colorado
Estar sentado en casa viendo cualquier deporte en la tele
Ir al Ávila para comer un sanduche de pernil o quizás ir a otro lado
Estar perdido la ciudad, y llamarlo porque sabía que él sabía la vía correcta
Jugar un partido de tenis casi todos los domingos en el parque
Resolver problemas con él porque era su especialidad
Estar juntos en momentos importantes
Pasar ratos juntos donde sea
Mientras que hay muchas diferentes maneras de recordar a una persona cuando se ha ido de esta realidad ya conocida por nosotros hacia otra aún desconocida. Elijo recordar las excelentes calidades del Gran Guille que lo hacía tan especial para tantos de nosotros.
¡QEPD mi pana!
∞ Rob McBride ∞
20 Feb 2020