En el agite que ocurre muchas veces para lograr más en menos tiempo, se nos olvida que la grandeza no es llegar al final, sino disfrutar el camino. Cuando Hacemos las cosas pequeñas con grandeza, no sólo logramos más sino gozamos mucho más en el proceso.
Veamos el día de muchos. Suena la alarma a las 5:30 AM, pero como se acostó tarde la noche anterior, “pide 5 minutos” más de descanso. Los 5 minutos más se convierten en 15 y luego en 20. De repente cuando se da cuenta, ya está contra el reloj. Corre a la habitación de los muchachos y grita: “¡Levántense ya! ¡Se nos está haciendo tarde!” Va al baño volando haciendo todo lo que tiene que hacer. Luego pasa nuevamente por el cuarto de los chamos para ver que aún están durmiendo. Físicamente los sacude para despertarles y guiarles hacia el baño, mientras se frotan los ojos que aún no abren completamente.
Ya con esta misión cumplida, corre a la cocina a ver qué magia va a hacer para preparar loncheras con la poca comida que queda en la nevera. No ha tenido tiempo ni dinero para ir al mercado y el vacío de la nevera grita: “¡Échame!” Logra encontrar una que otra cosa que no desapareció con el hambre de los muchachos la noche anterior. Va corriendo otra vez para buscar los muchachos. Ellos están en cámara lenta así que los termina de vestir. El transporte llama y dice que ya está abajo, que se apuren porque está bloqueando la calle y esto lo confirman las cornetas que ya se dejan oír, pidiendo paso.
Corre al bajar por las escaleras porque el ascensor no funciona. Ya en el jardín del edificio va corriendo con el más chiquito agarrado de la mano y el otro se detiene a ver una mariposa. Lo agarra del brazo diciendo: “Vamos hijo, ¿no ves que ya los están esperando?” En este momento, se le caen las loncheras. Recogen todo y finalmente terminan de salir del edificio a la calle. Al llegar afuera, hay varios carros parados detrás del transporte y lo que vienen son más cornetazos y miradas afiladas que podrían matar. Le da un beso a cada uno de los chamos y los sube al vehículo con un suspiro. Y claro, esto es solamente el comienzo del día…
¿Cómo podemos cambiar este ciclo?
¿Cómo podemos verlo desde otra perspectiva?
¿Cómo podemos hacer las cosas pequeñas con grandeza?
Veamos esa misma situación de la misma manera, pero diferente.
La alarma suena a las 5:30 y en vez de colocarla para 5 minutos más, la apagamos y comenzamos a sentir los ruidos a nuestro alrededor. A esa hora los pájaros generalmente han comenzado su canto. Los sonidos de la naturaleza abundan cuando realmente prestamos atención. Tomamos 5 minutos para estirar el cuerpo,
comenzando con los dedos de los pies y llegando hasta la corona de la cabeza con un leve masaje virtual que permite que la sangre en nuestro cuerpo entero comience a fluir
con más intensidad. A las 5:35 vamos al cuarto de nuestros hijos y los despertamos con un abrazo grande y un beso. Les ayudamos también a estirar un poco, a apreciar el canto de los pájaros y a dar gracias por la grandeza que trae cada nuevo día.
Luego, vamos al baño y mientras damos cada paso estamos conscientes de lo increíble que es la vida y el cuerpo humano. Dientes que crecen cuando somos pequeños y que nos acompañan a pesar del poco cuidado que muchas veces le damos. Un cuerpo que ingiere, procesa y elimina comida que nos da energía. Una ducha que nos permite asear cada rincón del cuerpo que tenemos, siendo este una máquina maravillosa que nos transporta por este mundo. Mientras nos enjabonamos podemos dar un pequeño masaje y cariño a cada parte de nuestro cuerpo, despertándolo para acompañarnos otro día en nuestra increíble aventura. Al secarnos, podemos sentir nuestros pies, manos, piernas y brazos dándoles gracias por la labor que hacen cada día sin remuneración.
Al preparar la comida, podemos hacerlo con amor sabiendo que son sus nutrientes los que nos van a proveer con la energía que requerimos para dar lo mejor de nosotros en todo lo que hacemos. Ayudamos a nuestros hijos a terminar de vestir y tomamos sus “macundales” que ya han sido preparados con mucho cuidado desde la noche anterior. Salimos y damos gracias a nuestras piernas y pies nuevamente porque nos funcionan y nos permiten bajar por las escaleras tal que el ascensor no está funcionando. Cuando nuestro hijo se acerca a una mariposa que está posada en una flor, nos acercamos con él. Vemos la belleza de sus colores. Comentamos sobre el contraste de colores entre la mariposa y la flor y la observamos cuando alza su vuelo y seguimos nuestro rumbo.
Llegamos afuera para esperar al transporte que aún no ha llegado. Saludamos con cordialidad a las personas que encontramos en el camino: un vecino, el vigilante y tal vez alguien más que va caminando por allí. Vemos que llega el transporte y abrazamos nuestros hijos fuertemente susurrando en sus oídos, “¡Te amo hijo, haz de este día, el mejor de tu vida!” Los subimos al vehículo y continuamos con otros asuntos.
Aquellos que son más felices no son los que tienen menos problemas, sino los que fluyen con cada desafío que viene. La vida es una decisión. Logramos mucho más, cuando tomamos la decisión de vivir nuestra vida con intención y mientras hacemos las cosas pequeñas con grandeza.
∞ Rob McBride ∞
LL III 24