Hay una ley infalible, lo que damos, recibimos. Aunque no siempre en el momento y quizás tampoco de la manera que quisiéramos, eventualmente recibiremos en la vida lo que damos.
Si damos amor, recibiremos amor
Si damos felicidad, recibiremos felicidad
Si damos tranquilidad, recibiremos tranquilidad
De la misma manera…
Si damos críticas recibiremos críticas
Si damos angustia, recibiremos angustia
Si damos amargura, recibiremos amargura
¡A diario determinamos lo que algún día recibiremos!
Podemos colocar cualquier emoción o sentimiento después de la palabra “Damos” y eso mismo “Recibiremos.” Puede ser que se tarde o tal vez sea elusivo, pero al final recibimos lo que damos. Sabemos a un nivel instintivo que esto es cierto, porque además, lo hemos aprendido desde jóvenes. Sin embargo, no siempre actuamos de acuerdo a este principio. Veamos un ejemplo:
David es un empleado ideal, es joven, inteligente y lo más importante, tiene deseos de comerse al mundo y destacarse en su profesión. Logra ver lo que muchos no ven y lo que resulta difícil para los demás, a él se le hace fácil. Comienza trabajando bien y con dedicación. Luego, cuando menos lo espera, se encuentra a Pedro, un jefe envidioso. Pedro ve en David lo que siempre quiso ser pero por varias razones, las cuales podría enumerar en un instante, nunca lo logró. Maltrata a David e intenta derribarlo de su intención de alcanzar cosas grandes, dándole tareas insignificantes y poco importantes.
¿Cómo reaccionarías tú si fueras David?
¿Saldrías corriendo por la puerta o te quedarías?
Nuestra reacción constituye la base de nuestro éxito. Si David comienza a maltratar a Pedro, maldecirle a sus espaldas y a lamentarse de la situación que vive por su causa, se convertirá en una copia exacta de Pedro. Si, por el contrario, David da lo mejor que tiene para ofrecer, haciendo su mejor esfuerzo en todo, eventualmente será reconocido por lo que hace. La recompensa no necesariamente vendrá por ese jefe, esa compañía o ni siquiera esa industria, pero tarde o temprano recibirá lo que da. Irónicamente, Pedro también recibirá más de lo que él está dando.
Hay muchos empresarios y otras personas que ahora viven una vida plena y productiva, quienes se han encontrado en el camino con un “Pedro.” La gran mayoría de las personas exitosas han encontrado a alguien que los ha denigrado diciéndoles que: “no servían para nada, y que no llegarían lejos.” Sin duda alguna hay varias personas que fueron inspiradas por estas mismas circunstancias para lograr algo grande en sus vidas.
No es lo que acontece sino como reaccionamos a ello lo más importante. Podemos dejar que los demás influyan y moldeen nuestro carácter o podemos tomar las riendas de nuestras emociones y dar lo que queremos recibir. El jefe que nos trata mal, lo hace generalmente por una falta de visión o entendimiento. La realidad es que la mayoría de las veces, eso no tiene nada que ver con nosotros. Aunque fácil no es, podemos más bien sentir lástima por aquella persona con una autoestima tan baja que tiene la necesidad de bajar y denigrar a los demás. Frente a ella podemos mantener nuestra frente en alto, dar nuestro mejor esfuerzo y de esta manera, lograr lo que los demás sólo sueñan.
Cada maestro inicialmente fue aprendiz. Cada artista tuvo la ocasión de tomar por primera vez un pincel. No logramos las alturas del éxito sin pasar primero por las valles del fracaso.
Oiremos un sinfín de palabras y experimentaremos muchas acciones de otras personas durante nuestra vida. No es lo que nos dicen o lo que nos hacen, sino lo que damos de vuelta lo más importante. Lo que damos, recibimos es así de sencillo. Si queremos más, sólo tenemos que dar más.
∞ Rob McBride ∞
LL III 27