Mientras que las leyes del hombre pueden ser torcidas y modificadas, las leyes naturales son fijas y determinadas.
El ser humano en su sabiduría supuestamente infinita ha creado una serie de leyes, que si bien puede que sean necesarias, no son necesariamente leyes de la naturaleza. Las leyes naturales no ceden y no cambian mientras que las leyes del hombre están en una continua revisión. Desde el comienzo, en las primeras tribus, las personas que hacían vida en común tenían leyes para mantener algún tipo de orden social. De la misma manera, las leyes naturales también promueven orden en un mundo que frecuentemente parece no tenerlo.
Toda especie tiene, como parte de esa ley natural, un instinto innato de supervivencia. Frente cualquier adversidad, hay algo interno en nuestro ser que se activa para superar cualquier calamidad. Esa es una ley natural.
Ambas leyes tienen su propia interpretación sobre la vida y la muerte. El instinto natural de seguir viviendo es tan fuerte, que parece ser imposible sofocarse a uno mismo hasta quitarse la vida porque el cuerpo rechaza el intento y no permite que la persona lo logre. Obviamente, hay muchas maneras de lograr ese objetivo y el ser humano las ha inventado casi todas; sin embargo, podríamos preguntarnos si eso también obedece a las leyes naturales que nos recuerda que a todos nos toca un timbrazo final.
Aunque podríamos pensar que las leyes naturales no son equitativas, son las más justas que existen porque no son revocables, ni negociables. Cuando dejamos caer un objeto, la gravedad hará que la tierra lo atraiga. Aunque podemos modificar su caída, la tendencia será siempre caer. Cuando dejamos de interferir en dicha caída, la gravedad, como ley natural, seguirá rigiendo firmemente con su poder.
En nuestra búsqueda de establecer orden en nuestras sociedades, frecuentemente se nos olvidan las leyes naturales…
Aquellos que fluyen como fluye la vida saben que
No requieren de otra fuerza, no sufren desgaste
No hay necesidad de remendarlos, ni repararlos
~ Tao Te Ching
La vida no tiene que ser tan difícil y, en su esencia es muy sencilla. Solemos complicar extremadamente nuestro proceder, acudiendo a las leyes hechas por aquellos de buena apariencia, que exhiben corbatas como símbolo de autoridad y acudimos también a los que representan la religión, la Iglesia o cualquier otro organismo. Por supuesto, si no logramos cumplir con todos esos estándares impuestos por ellos, puede que caigamos en un profundo laberinto sin salida.
Al final del día, cuando el telón ha bajado, llegamos al hogar para luego dormir, dejemos que sean las leyes naturales y no las del hombre las que nos ayuden a conciliar un sueño dulce y sabroso que nos permita así escoger el mejor camino. Internamente sabemos lo que es correcto e incorrecto; lo que está bien y lo que está mal. Para lograr lo que más deseamos, sencillamente tenemos que obedecer aquellas leyes establecidas por un poder divino que va mucho más allá de lo que cualquiera de nosotros podría tan solo imaginar.
Cuando sembramos semillas de esperanza, de servicio y de apoyo, comenzamos a seguir tal vez la ley más importante dentro de las leyes naturales; la ley de “La Causa y el Efecto.” Lo que hacemos hoy determina cómo y dónde estaremos mañana. Si queremos lograr más, solo tenemos que dar más porque esa es una de las leyes naturales que no tiene igual.
∞ Rob McBride ∞
LL III 39