Desde el día que entramos en este mundo maravilloso hasta el día en que pasamos a una realidad aún desconocida, enfrentamos problemas y desafíos.
¿Cómo reaccionamos cuando se nos presenta un problema? ¿Cuál es nuestra actitud cuando enfrentamos un desafío?
Cuando surge un problema, solemos preguntarnos:
¿Qué hice yo para merecer esta perlita?
¿Por qué esto tiene que pasarme?
Las dudas, las incertidumbres y los miedos están a millón. Dudamos sobre el por qué del problema, tenemos incertidumbre sobre nuestra capacidad de resolverlo y sentimos miedo de fracasar en el intento.
Al contrario cuando pensamos en un desafío, decimos:
¿Cuáles son las alternativas a mi disposición?
¿Cómo puedo solucionar esta situación?
Nuestra reacción está en función de nuestra percepción y perspectiva. Si vemos un acontecimiento como un problema, es común torturarnos en una tormenta de tristeza. Al contrario, cuando vemos un evento como un desafío, generalmente lo enfrentamos con energía y entusiasmo.
¿Cuál es la diferencia entre un problema y un desafío?
¡No hay ninguna diferencia!
Es cuestión de actitud y visión. Lo que hoy parece ser un problema sin solución, frecuentemente resulta ser un desafío que nos permite crecer y crear.
En vez de buscar el por qué del problema, ¡podemos desafiarlo! Desafiar al problema nos permite verlo desde otro punto de vista. Cuando vemos una situación difícil como un desafío que tiene solución y no como un problema insoluble, diseñamos nuestra dirección y dirigimos nuestro destino.
∞ Rob McBride ∞
LL I 28