Como un pájaro volamos día tras día. A veces el vuelo es agitado y otras de una manera más calmada. En algunos momentos apurados para llegar a algún lugar, otros como si fuera un paseo de placer en un domingo.
Algunos pájaros parecieran ir angustiados en la constante búsqueda de alimento, mientras que otros vuelan con calma disfrutando su momento, bajando como una flecha veloz para alcanzar su objetivo en un instante, lo que le significa alimento para varios días.
Un pájaro instintivamente se levanta con el sol y sale en vuelo en busca de lo necesario para su supervivencia. Podría ser ramas para su nido, alimento para si mismo o para su cría. Comienza con la luz del día para lograr lo que puede en las horas que ésta dure. No saben de reloj, sino de que la luz viene y se va. Algunos de sus días están llenos de peligro, donde la probabilidad de la muerte también esta implícita. En otros quizás no alcanzan a obtener lo buscado o salen premiados y obtienen una gran bonanza. En ambos casos el cielo por donde transitan es el mismo.
De la misma manera, ocurre con los humanos. Algunos días somos como el colibrí, quien en movimiento incesante va de flor en flor buscando recargarse de la energía que tanto necesita para llegar al final del día. Otros días somos como el águila que va sobre volando todo, observando cada detalle con calma hasta obtener su objetivo.
A pesar del agite en que pasan los días algunos pájaros, su vida irónicamente es más corta. Quizás esa certeza es la que hace querer aprovechar el tiempo que aún no queriendo, se va. Los que viven más años parecen tener un ritmo de vida más calmado, ya que la supervivencia no se convierte en la principal meta del día, sino en una parte del gran todo que deben atender y disfrutar.
Pensando en todo esto, te pregunto:
¿Cómo vas tú en tu día a día?
¿Como un colibrí que no tiene descanso ni tranquilidad, o cómo un águila que esta por encima de todo majestuosamente?
Generalmente y aún sin darnos cuenta, las respuestas a las preguntas más importantes de la vida suelen estar dentro de nuestro ser. En muchos casos basta con abrir los ojos, sacudir la cabeza y dejarla libre de telarañas mentales para encontrarla. Buscar en otro lado lo que ya tenemos dentro es una acción que quizás no dará el mejor fruto. Dirigir la atención hacia nuestro interior nos puede llevar a encontrar lo que siempre ha estado allí. Seamos como ese pájaro majestuoso que vuela tranquilamente sabiendo que más que con sus alas, vuela desde su interior y eso le hace estar en paz.
∞ Rob McBride ∞
LL IV 27