Es común utilizar una gran cantidad de la vida acumulando cosas materiales y hasta experiencias emocionales. Es algo normal que suceda como resultado de la naturaleza propia del ser humano, así como también de los planes de mercadeo. El sueño de muchos es tener una vivienda propia en un buen lugar, un carro de último modelo, muebles cómodos de buen gusto, ropa de marca y por supuesto la última tecnología para manejarlo todo.
Salimos al mundo, compartiendo nuestros dones para adquirir lo que vemos en la televisión, en las revistas de farándula y en las vallas que gritan con sus ofertas:
¡Está es la vida feliz que te mereces!
En fin, vamos en búsqueda de aquél que nos ofrecen por todos lados. Adicionalmente, queremos ser aceptados socialmente por todos. Debemos ser: buenos hijos, estudiantes, padres y compañeros. Actuamos de acuerdo a normas establecidas para el “buen vivir”. Para saludar decimos: “hola”, para despedir: “adiós”, pedimos algo diciendo “por favor” y lo recibimos con un “gracias”. Tenemos todo el libreto aprendido.
¿Pero qué tal si no tuvieras que tener nada de eso?
¿Qué tal si poseer una vivienda propia, un auto, y todos los demás juguetes ya no fueran la razón de tu vida?
¿Qué tal si en vez de ser como un payaso en un circo que busca aplausos, simplemente fueras el mejor tú posible?
Pensamos que el aplauso o aprobación de alguien más, nos va a llenar. Buscamos el reconocimiento y que nos llamen “buenos” no porque realmente lo seamos, sino por estar “a la altura” de las exigencias, entonces obtenemos la medalla de aceptado que nos dan, y con eso pretendemos que estamos completos.
¿Por qué tememos tanto perder lo que ya hemos adquirido?
Piensa por un momento en todos aquellos que han salido de sus países para un mejor futuro, como es el caso en la actualidad en muchas partes del mundo. No todos los que pueden cargar con el total de sus pertenencias al momento de hacerlo. Muchos logran ir con algo, pero pierden parte o la totalidad del equipaje en el trayecto, quedándose solamente con lo que llevan puesto. Entonces no hay nada que perder.
A éstos almas valientes, que viajan casi sin equipaje ¿les importa lo que tienen que dejar? ¡Por supuesto que sí les duele! pero están convencidos que algo mejor les espera a donde llegarán. En pocas palabras, no tienen nada que perder.
El dejar un país o un lugar es buen ejemplo de llegar a la sensación de nada que perder, sin embargo también aplica a todos los ámbitos de la vida: trabajo, relaciones, entre otras.
¿Qué harías si no tuvieras nada que perder?
¿Seguirías haciendo lo mismo o harías algo diferente?
¿Te mantendrás con las mismas personas en tu entorno o las sustituirías por otras?
¿Qué temes perder?
Hoy puede ser un nuevo comienzo. Puedes comenzar un nuevo capítulo en tu historia de vida, dejando atrás el peso de los anteriores. Puede ser que este sea el día en el que al fin deshagas de todo lo que te pesa para ir más ligero y volar más alto. Nos convencemos que necesitamos muchas “cosas” para vivir, pero en realidad, necesitamos muy poco. Con un propósito digno en mente, no hay nada que tengas hoy en día de lo que no te puedas desprender, y con el tiempo, quizás entiendas que no había razón para seguir amarado a ello.
Cuando ya no hay nada a que aferrarte, no tienes nada que perder, nada te pesa, nada que debas arrastrar; solo quedas tu con lo que eres, y el mundo que quieras conquistar.