Mientras que hay muchas maneras de sentirnos bien y de experimentar el placer, quizás no haya nada que sea más importante para tener una vida feliz que tener una dirección y un propósito bien definido. Sin él, es casi imposible subir y seguir cuando estamos en la parte baja de un rebote. Con él, no hay nada que nos reprima a la hora de levantarnos luego de la caída.
Podemos acudir a frases mágicas o inclusive a personas motivadoras para apoyarnos en mantener una buena actitud frente a la vida, pero sin una dirección bien definida y digna de nuestro esfuerzo, lo más probable es que el efecto de todo esto sea efímero. Cuando nuestra vida tiene propósito y sabemos hacia donde vamos, es poco probable que algo impida permanentemente su logro.
Lo más importante no es sólo tener una meta, sino saber el porqué queremos llegar ahí. Si nuestros objetivos son impuestos por otra persona, una compañía o inclusive la sociedad, lo más probable es que cuando el camino se torne difícil nos hundiremos ante sus dificultades y nos quedaremos ahí mismo, preguntándonos que ha pasado y porque ya no avanzamos más.
Cuando ocurre esto podemos procurar que nuestro propósito no sea determinado por algo externo. No se compone sólo de lo que quieren nuestros padres o lo que nos enseñan los profesores, sino más bien es algo que viene de nuestro interior, como un “llamado” el cual a veces no es tan fácil explicar, pero al cual estamos preparados y dispuestos a llevarlo a cabo.
“Cambiar el mundo” o “ser una mejor persona” son frases trilladas y suelen ser muy vagas, sin nada en firme que las sustente. A ellas podemos agregar especificidad para convertirlas en conceptos poderosos que permitan enfocarnos en lo que tenemos que hacer para llegar al desarrollar de nuestro propósito.
Podríamos decir, “Voy a cambiar el mundo con el producto o servicio que ofrezco porque sé del gran valor que tiene para mejorar la vida de cada uno de mis clientes,” o “Seré una mejor persona a través de no sólo mis palabras, sino de mis acciones todos los días.” Nuestro propósito no tiene que ser nada extraordinario, pero si debe ser algo que podamos entender y definir.
Algunos pasarán toda la vida sin pensar jamás en su propósito, haciendo que cada día sea una existencia pesada e interminable. Otros encontrarán su propósito de vida cuando son jóvenes e invertirán su existencia en llevarlo a cabo. Para muchos quizás llegue, en un punto intermedio. Puede venir como resultado de un golpe en la cabeza particularmente duro, o puede venir como una revelación mientras nos estamos bañando o caminando en un parque.
Cada uno de nosotros podemos tener un distinto propósito de vida; ya que cada uno es un universo de posibilidades en sí mismo. Al saber que existe un propósito que nos pueda dirigir, podemos estar más pendientes de encontrarlo e implementarlo, en vez de tener que asumir la vida sin ello.
∞ Rob McBride ∞
LL IV 39