Como un hueso roto que deja su marca, hay eventos que vivimos que pueden cambiarnos para siempre. Pueden rompernos en pedacitos o hacernos o hacernos mejores cuando se vuelven a unir.
La ruptura puede venir como resultado de una relación larga, que termina abruptamente; o tal vez por perder un trabajo que pensábamos que era estable, pero que al final se volvió amargo. Tal vez un momento de falta de atención causó un accidente que resultó en un hueso roto; o puede ser que estemos en el lugar equivocado en el momento equivocado, por los actos imprudentes de otra persona. Las situaciones sociales o políticas pueden hacer que emigremos a otras partes del mundo; y otras situaciones pueden hacer que nos sintamos extranjeros en el mismo lugar en que nos encontramos.
Una y otra vez, la historia nos dice que lo más importante no es lo que nos sucede, sino cómo reaccionamos ante ello. Dependiendo de la gravedad de la fractura que suframos, a veces un poco de descanso es todo lo que necesitamos para recuperarnos. En otras ocasiones, se requiere más tiempo y energía para volver a encarrilarnos. En última instancia, cómo sanamos depende de muchos factores diferentes, algunos internos y otros externos.
Los factores externos son difíciles de controlar y, en muchos casos, hay poca o ninguna posibilidad de cambiarlos. Los factores internos son diferentes. Cómo percibimos lo que está sucediendo es primordial para su resolución. Podemos jugar el papel de la víctima, culpando a todos y a todo por nuestros problemas; o podemos jugar el papel del héroe, asumiendo la responsabilidad por nuestros pensamientos y acciones.
Recientemente, me pidieron que compartiera mis pensamientos e ideas con un Club de Rotary. Como parte de la solicitud me pidieron que les proporcionara una foto reciente, mi título y una breve reseña biográfica. Si bien la foto y la biografía son pan comido para armar, la pregunta sobre mi “Título” actual me hizo tomar una pausa y preguntarme:
¿Qué hay en un título?
Desde el momento en que nacemos, se nos asignan diferentes roles y títulos. Aquí hay algunos que he tenido a lo largo de los años, en orden cronológico:
Hijo Nieto Sobrino Primo Compañero de Clase Amigo Chico del Césped Novio Conserje Cocinero de Pizza Barrendero Rastrillero de Arena Repartidor de Licores Chico del Pizza Fabricante de Muebles Chico de la Cerveza Tipo de Investigación Pública Chico de Investigación de Mercados Licenciado en Administración de Empresas Tomador de Inventario Presidente de Toastmasters
Mesonero Maestría en Negocios Internacionales Esposo Cocinero Representante Registrado Ejecutivo de Inversiones Ejecutivo Sénior de Inversiones Padre Gestor de Inversiones Gerente Sénior de Inversiones Asesor Financiero Vicepresidente / Director de Mercadeo / Latinoamérica Presidente / Director de Inspire Motivador Mentor Conferencista Escritor Abuelo Músico Compositor
Si bien la mayoría de estos títulos y roles, si no todos, explican lo que he hecho o mi relación con los demás, no creo que ninguno de ellos me describa como persona o quién soy realmente. Se me ocurre que los títulos se pueden dar con mucha facilidad. A veces se dan con un aumento de sueldo, mientras que en otras se dan en lugar de uno. Muchos títulos están diseñados para impresionar a los demás, a pesar de que quienes los tienen no hayan hecho nada para ganárselos o merecerlos. Otros títulos se dan al nacer sin ningún mérito o trabajo en particular para lograrlos.
Un título que está de moda es el de Coach (Entrenador), y muchos se han referido a mí como tal a lo largo de los años. Aunque normalmente no corrijo a las personas cuando me llaman Coach, como me gusta ayudar a las personas alcanzar sus objetivos, nunca me he considerado realmente como tal. Mucha gente ha estudiado mucho y pasado muchas horas para convertirse en Coaches certificados, algo que yo no he hecho ni estoy particularmente interesado en hacer en este momento. Con tantos excelentes “Coaches de vida” dando vueltas por ahí, no me parece que el mundo necesite otro.
Durante los últimos años me he referido a mí mismo como Escritor, ya que últimamente no he seguido activamente mi carrera como Conferencista. Sin embargo, este título realmente no parece reflejar con precisión quién soy actualmente, mis intereses, o lo que hago. En cuanto a la solicitud que recibí sobre mi título actual, decidí resistir la tentación de simplemente dar mi respuesta estándar de ser un escritor y, en cambio, decidí indagar un poco más para ver si podía encontrar algo que definiera quién soy realmente como persona, y no solo lo que hago, o mi relación con los demás.
Me encantan las preguntas que comienzan con las palabras: quién, qué, dónde, cuándo, por qué y cómo. Cuando se enmarcan de una manera adecuada, estas preguntas pueden ayudarnos a llegar al fondo de la mayoría de lo que necesitamos resolver, si realmente nos tomamos el tiempo para responderlas honestamente, y no solo hacerlo para tratar de impresionar a los demás. Así que comencé con la pregunta:
¿Quién soy?
En mi búsqueda, mi primo Stuart me habló de un ejercicio que solía dar a sus nuevos reclutas cuando trabajaba como reclutador de la Marina. Les pedía que pensaran en una palabra que los describiera mejor a ellos mismos. Se puede descubrir mucho sobre una persona, explicó, no solo con la palabra que elige, sino más importante con la explicación de por qué la haya elegido. Mientras reflexionaba y consideraba la pregunta, esta es la palabra que se me ocurrió para describirme:
Luz
Incluso compuse una canción sencilla con el mismo título. Estoy convencido que mi misión aquí en la Tierra y en la vida tiene que ver con brindar luz y guiar a quienes la necesitan o la buscan. Después de creer durante varios años que todos podrían beneficiarse de lo que tengo que decir, ahora estoy convencido de que no todos necesitan o quieren escuchar lo que tengo que decir; pero afortunadamente para mí, algunos sí lo quieren y lo necesitan. Cuando ya hay luz presente y todo está bien claro, generalmente no se necesita iluminación adicional, pero cuando las cosas están oscuras y es difícil ver cualquier cosa, un poco de luz puede ser muy útil.
Sin embargo, parece un poco extraño responder a la pregunta “¿Qué eres?” diciendo “Soy luz”. Como tal, he ampliado un poco la definición de quién soy y qué hago de la siguiente manera:
Proporciono paz, amor y esperanza para dar luz a quienes la necesitan o la desean. Tal vez en mi próxima tarjeta de presentación pueda simplemente indicar mi título como: Chico de Luz.
¿Y tú?
¿Tu título refleja con precisión quién eres o simplemente refleja lo que haces?
Si pudieras describirte con una palabra, ¿cuál sería?
Recently, I was asked to share my thoughts and ideas with a Rotary Club. As part of the request, they asked for me to provide them with a recent photo, my title, and a brief biography. While the photo and the biography are a piece of cake to put together, the question about my current “Title” threw me off guard and got me to thinking about the question:
What’s in a title?
From the time we are born, we are assigned different roles and titles. Here are some I have held over the years, roughly in chronological order:
Son Grandson Nephew Cousin Schoolmate Friend Lawn Boy Boyfriend Janitor Pizza Maker House Sweeper Sand Pro Liquor Delivery Guy Pizza Guy Furniture Maker Beer Guy Public Research Guy Marketing Research Guy Graduate in Business Administration Inventory Taker President of Toastmasters
Waiter Master of International Business Husband Cook Registered Representative Investment Executive Senior Investment Executive Father Investment Manager Senior Investment Manager Financial Consultant Vice President / Marketing Director / Latin America President / Director of Inspire Motivational Guy Mentor Speaker Writer Grandfather Musician Composer
While most, if not all, of these titles and roles explain what I have done or my relationship to others, I don’t believe any of them describe me as a person or who I really am. It occurs to me that titles can be thrown around fairly easily. Sometimes they are given with a raise, while at others they are given instead of one. Many titles are designed to impress others, despite those who have them not actually having done anything to earn or deserve them. Other titles are given at birth without any particular merit or work to achieve them.
One title which is in vogue is that of Coach, and many have referred to me as such over the years. Though I don’t typically correct people when they call me a Coach, since I do like to help people reach their objectives, I’ve never really considered myself as one. Many people have studied long and hard to become certified coaches, something I have not done nor am I particularly interested in doing at this time. With so many excellent “Life Coaches” running around, it doesn’t seem to me like the world needs another one.
For the last several years I have referred to myself as a Writer, since lately I haven’t actively pursued my speaking career. Nevertheless, this title doesn’t really seem to accurately reflect who I currently am, my interests, or what I do. As to the request I received about my current title, I decided to resist the temptation of simply giving my standard response of being a Writer, and instead decided to dig a little further to see if I could come up with something which defines who I really am as a person, and not just what I do, or my relationship to others.
I am a big fan of the questions beginning with the words: who, what, where, when, why, and how. When framed properly, these questions can help us to get to the bottom of most things we need to figure out, if we really take the time to answer them honestly, and not just go through the motions of doing so to try and impress others. So, I started with the question:
Who am I?
In my quest, my cousin Stuart, told me of an exercise he used to give his new recruits when he worked as a Navy Recruiter. He would ask them to come up with one word which best described themselves. Much can be discovered about a person, he explained, not only with the word they choose, but more importantly with the explanation of why they chose it. As I pondered and considered the question, this is the one word I came up to describe myself:
Light
I even composed a very simple song with the same title. I am convinced that my mission here on Earth and in life has to do with providing light and guidance to those who need or seek it. After believing for several years that everyone could benefit from what I have to say, I am now convinced that not everyone needs or wants to hear what I have to say; but fortunately for me, some do. When there is already light present and things are clear, no additional illumination is generally needed, but when things are dark and it’s difficult to see anything, a little light can go a long way.
Nevertheless, it seems a bit odd to respond to the question, “What are you?”, by saying, “I am light.” As such, I have expanded a bit on the definition of who I am and what I do as follows:
I provide peace, love, and hope giving light to those who need or want it. Perhaps on my next business card I can simply state my title as: Light Guy.
What about you?
Does your title accurately reflect who you are, or simply reflect what you do?
If you could describe yourself with one word, what would it be?
How would you describe who you are and what you do?
Each day is like starting a brand new game at even par.
Even if yesterday was outstanding, today could be terrible.
A lapse in attention can make things go from bad to worse in a heartbeat.
Even though yesterday brought disaster, glory could be just around the corner.
No matter how bad the hole was that we just played, the next one can be better.
No matter how good you played the last hole, the next one can be horrendous.
Each new game we play can be similar, yet very different from the last.
Each day gives us an opportunity to take a new swing at the ball.
Focus and attention are paramount to get a good score.
If we don’t swing at the ball, we will never hit it.
When you hit a nice shot, it always feels great.
If we don’t look for a lost ball, we will not find it.
We don’t always find lost balls even if we look hard.
It’s easier to tell others what to do, than to do it ourselves.
Watching it on television isn’t the same as doing it in person.
After the most terrible shot can a come a wonderful one, and vice-versa.
One can be changed by a matter of inches, the other in a matter of minutes.
We need to take it one stroke at a time and trust that the map we have of the terrain is accurate.
When we take our eye off the ball it’s easy to lose it. Sometimes we find it, sometimes we never do.
Finding a lost ball is a lot like trying to find a lost purpose, sometimes it takes a lot of time and energy.
Noise and commotion around us can negatively affect our performance even when we try to block it out.
Lifting our gaze to our objective too soon can cause us to create a huge divot and muff forward only a few inches.
Standing up on the tee box generally gives us a good view of what we need to accomplish, but we can’t always see every single objective from the get go.
Some days we are able to get through with relatively few strokes, while on others we need to take the maximum allowable, or at times just pick up our ball and go home, wondering if we will ever go out again.
If we don’t go out to the course, we don’t score.
∞ Rob McBride ∞ 15 Sep 2022
Dedicated to my dear Daddy who loved to play all games.